En 1968, el joven Eloisio Ayarza, persona sencilla, reservada y generosa, pretende llevar una vida tranquila, aislada de los conflictos y sucesos que atormentan en esos días el mundo: Vietnam, el mayo francés, los asesinatos de Robert Kennedy y de Martin Luther King, la masacre de Tlatelolco, la matanza de My Lai, la invasión de Checoslovaquia por las tropas soviéticas, la guerra civil que azota su propio país. Ayarza encarna al ciudadano común, anónimo e indiferenciado, objeto de engaños y abusos.
La alevosa ejecución de su hermano Héctor por una organización de sicarios, no obstante, despertará en él un insospechado afán de venganza y, sobre todo, la comisión de una crimen de sangre que tratará de esconder entre los numerosos y espantosos asesinatos que cometen a diario en su país las dos fuerzas militares en conflicto.
El arco del personaje y de la historia es, en definitiva, ese: la transformación de un ciudadano normal en una especie de ángel vengador, debido a que la justicia no tiene para él una respuesta. A lo largo de los años, Ayarza guardará en secreto su crimen y tratará de justificarse con muy variadas excusas. Pero, debido al síndrome de estrés postraumático que padece a consecuencia de la guerra, un rebrote del mismo justo el día de la boda de su hija desencadenará un rosario de recuerdos y reencuentros (los fantasmas) que le habrán de atormentar durante todo el festejo.
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